Por Diego Kravetz*
Hierve en el corazón de la sociedad la idea de que la economía puede estallar en cualquier momento. Y no, no es así. A pesar del ciclo en baja, nada hace prever un crack. No por ahora. De hecho, entre el 2008 y el 2009 se vivió una desaceleración similar que el esquema de gobierno del kirchnerismo ya pudo sortear.
En todo caso, a lo que sí hay que prestarle atención es a la incipiente pero pujante crisis política.
En primer lugar, se debe tomar nota del rol de la CGT. Hasta no hace mucho incondicional del oficialismo, ahora lo enfrenta y amaga incluso con pelear dividida en al menos dos centrales obreras. La primera, conducida por Hugo Moyano. La otra, con Luis Barrionuevo y los Gordos.
La ecuación no cambia demasiado ni siquiera con un eventual acuerdo entre Moyano y el jefe de los Gastronómicos, porque del otro lado seguirían quedando los jefes del sindicalismo menemista.
Claro que el panorama no es complicado solo con los gremios: la relación del Gobierno con los empresarios tampoco pasa por su mejor momento.
Los únicos dos interlocutores de Cristina con el sector privado son Axel Kicillof y Guillermo Moreno, dos personajes complejos que no generan la aceptación que tuvo hasta el 2009 Julio De Vido, más proclive al diálogo. Porque si bien la última palabra la tuvo siempre el kirchnerismo, existieron en su momento canales para expresar inquietudes que hoy fueron completamente dinamitados.
Algo similar ocurre con el PJ, sin ámbito de discusión interna y adormecido hasta marzo próximo para evitar disputas anticipadas.
El complejo escenario político se completa con tensas relaciones entre el Gobierno y los principales distritos, algo previsible para casos como los de Santa Fe o la Ciudad de Buenos Aires, pero absurdos e impensados con Daniel Scioli o José Manuel De la Sota
Todos estos conflictos, sumados a la carencia de un hombre fuerte en el manejo de la economía, como en su momento lo fueron Roberto Lavagna o el propio Néstor Kirchner, y en el marco de una crisis financiera mundial, encienden alarmas.
Por supuesto, Cristina tiene los resortes para rápidamente revertir la situación, aunque debe acertar en el diagnóstico. Por lo pronto, el armado político cada vez más cerrado y expulsivo de sectores que supieron ser la base de sustentación de su proyecto parecería no ser el camino más acertado.
*Ex legislador porteño. Representante de Identidad Porteña.
Publicado en Noticias Urbanas, 21/06/2012.
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