El transporte y la movilidad han sido desde hace un tiempo grandes problemas para la gestión del PRO. En parte por el “enfrentamiento” con el Gobierno Nacional, como se vio en el prologando tira y afloje entre ambos por la tenencia del subte, aunque cabe decir que la gestión local ha sido inconstante respecto a sus supuestas responsabilidades en lo que toca al tema de los subsidios y las medidas para suplir su falta. Los aumentos a los usuarios fueron el método con el que se buscó reponer ese faltante presupuestario. Las cosas, sin embargo, parecen a punto de complicarse mucho a partir del año que viene cuando la Nación retire completamente su apoyo financiero.
Para no seguir “importunando” a los usuarios del transporte público, el Gobierno de la Ciudad decidió recuperar estos fondos aumentando el impuesto a las patentes de automóviles, de manera proporcional a la gama del auto, desde luego. Si bien es cierto que pagarían más los que más tienen, la medida no deja de ser injusta en tanto que impone aún más dificultades a los conductores, que ya de por sí deben vérselas con los exorbitantes precios de la nafta y estacionamiento, producto de la inflación.
Algún paladín de la gestión de Mauricio Macri podría recordarnos la necesidad de la Ciudad de prescindir de automóviles, idea coherente con toda su política tendiente a desalentar su uso. Las bicisendas y los puestos de alquiler de bicicletas en las plazas son un emblema de esa política que tiene enormes potenciales ecológicos pero que no se ajusta del todo a las necesidades prácticas de los trabajadores porteños.
Mal que le pese al gobierno, los automóviles son fundamentales para muchas personas que, de no poder recurrir a ellos, tendrían que optar por el servicio de transporte público, el cual no goza tampoco de muchas comodidades. Tanto colectivos como subterráneos y trenes viajan todos los días saturados de pasajeros, lo cual no sólo es molesto para los usuarios sino que es altamente inseguro. Los riesgos exceden la eventualidad de un accidente: con la proximidad del verano y el crecimiento del calor, no es exagerado decir que el hacinamiento con el que se viaja promete un cuadro bastante insalubre para los pasajeros.
Como muchos de los “inconvenientes” que aquejan a la Ciudad, éste es otro problema que descansa en la incapacidad de los gobiernos nacional, de la ciudad y provincial de trabajar en conjunto. Los problemas de transporte del centro urbano más importante del país, que recibe a diario afluentes de trabajadores de distintas partes del Área Metropolitana Bonaerense no pueden relegarse exclusivamente a la órbita local.
Aún así, la respuesta del PRO carece de inventiva y se aferra a uno de sus más tempranos caballitos de batalla: aumentar los impuestos. En este caso, la decisión entraña el lamentable preconcepto de que el que tiene un auto es una especie de acaudalado, millonario, o vaya uno a saber qué.
El aumento del 50% a las patentes le va a pesar mucho a personas que, lejos de ser millonarios, son laburantescomo cualquier vecino al que el Gobierno de la Ciudad dice representar.
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