Villas y seguridad (parte V)



Dos de las tres villas más populosas de la Ciudad de Buenos Aires están en el Sur. La 1-11-14 y la 21-24 son emblemáticas en una zona en la que se acumulan asentamientos.
Se trata de un tema sensible para la seguridad. Por eso, el “Operativo Unidad-Cinturón Sur”, creado por decreto en el 2011, cambió las funciones de la Prefectura y la Gendarmería, pero también la lógica de distribución de las fuerzas de seguridad en el Sur de la Ciudad.
Hasta ese entonces, ni la Prefectura, ahora a cargo de la 21-24, ni la Gendarmería, a cargo de la 1-11-14, tenían funciones de seguridad en la zona.
En otras palabras, mientras Nilda Garré estuvo a cargo del Ministerio de Seguridad de la Nación, ni gendarmes ni prefectos entraban a las villas. Ese escenario cambió a partir de la gestión de Sergio Berni, secretario de Seguridad.
Los gendarmes y los prefectos empezaron a caminar dentro de las villas en binomios o trinomios y establecieron además algunos puestos perimetrales.
En una segunda etapa, se creó un cuerpo dentro de la Policía Federal capacitado como policía comunitaria especialista en villas. Ellos también se meten dentro de la villa. La caminan en trinomios.
La seguridad en las villas enfrenta tres problemas centrales. El primero, es la extensión y lo laberínticas que son.Nada fáciles de controlar, por cierto.
El segundo gran problema es el de los adictos menores ligados a la delincuencia. No le tienen miedo a la policía, según reconocen los especialistas, a la vez que los juzgados penales estiman que unos 4 mil menores que delinquen no pasan más de 24 horas detenidos.
Por último, y acaso sea lo más complejo, están las bandas narco. Las más grandes acopian y distribuyen marihuana en la 21-24. Las más importantes en materia de cocaína están en la 1-11-14.
En ese contexto, es cierto que el Operativo Cinturón Sur -con la policía de proximidad- mejoró las relaciones de vecindad dentro de la villa y bajó algo la delincuencia en los perímetros.
Sin embargo, en la 1-11-14 y en las 21-24 sigue mandando la droga. Tanto por las bandas como por los pibes que matan y se matan, la tragedia dice presente todos los días. Es momento de dar un paso más. 

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Villas y servicios públicos (parte IV)

¿Qué pasa en las villas con la luz, el agua, el gas, el teléfono, el cable, las cloacas¿Tienen o no tienen? ¿Pagan o no pagan? ¿Inciden las formas de acceso a los servicios públicos en la inflación de la especulación inmobiliaria de las villas?
Vamos por partes. Sabemos que en las villas hay mas de 40.000 viviendas. Estas viviendas tienen luz. ¿Cómo se abastecen? El sistema es así: como le dicen en la jerga, cada villa tiene “un tranfo” (un transformador) del cual sale el tendido que abastecen a cada una de las casas.
¿Edesur y Edenor le cobran a cada uno de los usuarios? No. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires paga el consumo total del “tranfo”. Por ello, la luz para cada uno de los habitantes de las villas es gratis.
¿Qué pasa con el agua? Acá el sistema es distinto: se realizan extensiones de caños ilegales o el Gobierno de la Ciudad provee directamente el agua potable. Por lo tanto, el agua también es gratis.
Con el gas el tema es simple, no hay tendido. Se usa garrafa. La garrafa la paga cada uno de los vecinos. sabemos que el gas envasado es el más caro del mercado.
El teléfono fijo existe en la villa, en pequeñas proporciones. No hay líneas nuevas, pero las de larga data se mantienen y las paga cada usuario.
Mayormente no hay red cloacal. Pasan camiones del Gobierno de la Ciudad que recogen la mierda. En algún momento habría que hacer la cuenta, es probable que el costo mensual del camioncito prorratiado en el tiempo, ya hubiese permitido instalar la red de cloacas más de una vez.
No tienen para comer pero tienen tele”. Seguro que esa frase la escuchamos más de una vez. Un famoso profesor sostenía que son “pobres pero semiotizados”. Efectivamente:  hay cable en las villas. Y los usuarios lo pagan. El sistema funciona así: las empresas prestatarias tienen una cuadrilla de grandotes. Al que no pagan, le cortan. Y al que se hace el vivo, le pegan.
En este caso, el método del privado es más efectivo que el del Estado. Porque cuando no hay Estado, el privado que gana es el más fuerte: los grandotes. Sin ordenamiento muchos padecen y unos pocos se benefician.

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Villas y saqueos (parte III)

En las últimas dos semanas venimos escribiendo acerca de las villas y asentamientos de la Ciudad de Buenos Aires.
En los últimos días la mayoría de nosotros vivimos atónitos los acuartelamientos policiales y los saqueos en distintas provincias argentinas. Sin diferenciar oficialismo de oposición, donde “paró” la policía hubo saqueos.
Desde un sector del oficialismo se esgrimió la teoría que los saqueadores eran enviados por la policía. Puede ser que sí. Puede que no. Lo cierto es que la relación entre sectores enormemente pobres con la posibilidad de que se los utilicen para delinquir existe.
Esos grandes bolsones de pobreza son caldo de cultivo para que los maneje la policía o el narcotráfico. O los dos.
En ambos casos no hay ley. Hay dominio a través de la fuerza. Esta ausencia de ley incluye a la policía que, como reconoce el gobierno nacional, puede mandar a pobres a delinquir.
De las villas de la Ciudad no salieron a saquear. La Policía Federal, la Gendarmería, la Prefectura y la Metropolitana no pararon. ¿Podría haber pasado? Sin duda.
En las villas de la Ciudad el 42% de las mujeres son jefas de hogar. Según cuentan los curas villeros existe una relación estrecha entre muchas de estas mujeres y el narcotráfico. Esta relación es por protección. Los narcos las protegen, ellas ayudan en el tráfico. 
En las villas solo el 6% tiene trabajo formal. El 37% tiene trabajo informal. El 26% hacen changas.
De estas debilidades vive un sector de las fuerzas de seguridad. Y el narcotráfico.
El Gobierno se equivoca de cabo a rabo cuando piensa que contiene a este vasto sector social con planes y con gobernadores amigos. La “Liga de Gobernadores”, que puso al jefe de Gabinete, miró atónico cómo dejaron de ser la garantía de gobernabilidad en la Argentina.
¿Cómo se sale de esta encrucijada? Para empezar, y salir de la coyuntura, el miembro de la fuerza de seguridad que no entiende que está supeditada al poder político tiene que pasar inmediatamente a retiro. Si son muchos, habrá que pasarlos igual. ¿Por qué? Muy sencillo, son personas armadas y con uniforme que actúan por afuera de la ley.
¿Para adelante cómo se sale? Con más ley, mucha más ley, que quiere decir reglas claras e iguales para todos. Con mucha más educación. Y con muchos menos planes.
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Villas de la Ciudad de Buenos Aires (parte II)

Entre otros datos dijimos que 163.000 personas viven en villas y asentamientos. Es casi el 6% de la población de la Ciudad. Ahora, ¿sabemos de dónde vienen? Usualmente se asocia a la gente de las villas con extranjeros. Es más, según una encuesta de 2700 casos realizada por la consultora Sígnica, para el 62,7% de los porteños, las villas de la Ciudad están pobladas de extranjeros.
¿Cuáles son los datos que despejen las creencias? La EAH 2010 de la Dirección General de Encuestas y Censos, organismo dependiente de la Ciudad, informa que el 48,4% de los habitantes de las villas son porteños. Sí, casi la mitad de la población nació y creció en la Ciudad de Buenos Aires, que no es ya un destino de llegada, como auguraba la idea de “aluvión zoológico”, sino una ciudad donde las condiciones de desigualdad están arraigadas y se heredan de generación en generación.
¿De dónde son los demás? 17,7% son de otras provincias, el 2% son de países no limítrofes y 31,9% proviene de países limítrofes. En otras palabras, una gran mayoría de porteños piensan que las villas están llenas de extranjeros, lo cual, como vimos, no es cierto. Pero nuestra imagen de la Ciudad sigue siendo la de la inocencia, como si las villas no fuesen resultado de ausencia de políticas y de intervenciones, como si sus habitantes proviniesen de un exterior invasivo; de este modo debemos leer los resultados de la encuesta de opinión realizada por la consultora Sígnica. En definitiva, lo que no nos gusta viene de afuera. Hay algo de eso, como intuimos en los velos de algunas noticias sobre narcotráfico. Pero no es sólo el exterior el territorio de riesgos.
Según la misma encuesta, el 75% de los porteños considera que la población de las villas creció. Esto es cierto, la población se multiplicó casi por 5 de 1980 a la fecha. Las imagen de la villa avanzando sobre la autopista Illia tiene mucho que ver con esta percepción; también la dispersión de las villas en 8 de las 15 comunas.
El problema habitacional es grave, y de larga data. Así lo creen el 85% de los porteños, que responsabilizan por igual a los gobiernos porteño y nacional. El 25,8% cree que el principal responsable es el Gobierno Nacional. El 19% cree que el responsable es el Gobierno de la Ciudad. Y el 51% cree que los dos. En las villas el problema habitacional es aún más grave. En las construcciones que se hacen sin norma de edificación sobre calles que el Código de Planeamiento no considera calles, habitan estas 163.000 personas dentro de 40.063 viviendas. Significa un promedio de 4,1 habitantes por viviendas.
¿Qué piensan los porteños que hay que hacer con las villas? El 49,3 cree que hay que urbanizarlas, el 41,2 cree que hay que erradicarlas. La sociedad está partida en relación al tema y esta partición responde, en parte, a perspectivas ideológicas. Urbanizar o erradicar hacen referencia a las ideas de inclusión o exclusión. A su vez, esa partición, simplificante, resulta más grave cuando se indaga el alcance y la idea de urbanización de villas. Pues allí, las buenas intensiones se topan con la materialidad de la toma de decisión y de intervención del territorio.
La propia idea de urbanización, de inclusión, se choca con el problema real del cómo. No sólo porque los mecanismos barajados van desde abrir calles y garantizar acceso a servicios y bienes educativos, sanitarios, culturales, al otorgamiento de títulos de propiedad; no sólo porque la estructura de gueto persiste tanto como los estigmas; si no también porque la dinámica de la pobreza y el progreso no tiene un número de habitantes fijos. La población en condiciones similares que está tras la General Paz está dispuesta a la migración si se trata de mejorar su condición de vida. Por eso, el problema habitacional más dramático convoca  tanto a los porteños como a la Provincia de Buenos Aires, en un esquema donde las viejas jurisdicciones no obstruyan las posibilidades reales de solución y donde las abstracciones que refieren al pobre-vícitima desconozcan las dinámicas de especulación territorial y económica  que también cobra forma dentro de estos núcleos habitacionales.

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